Aunque no lo notemos, el estrés oxidativo está ocurriendo en nuestro cuerpo las 24 horas del día. Este proceso natural genera pequeños daños en nuestras células. Al principio parecen insignificantes, pero con el tiempo se acumulan y pueden provocar envejecimiento prematuro y afectar órganos vitales como el cerebro, el corazón, los músculos y la piel.
¿Qué es el estrés oxidativo?
Nuestro cuerpo produce radicales libres de manera constante, y normalmente los contrarresta con antioxidantes. El problema surge cuando esta defensa no es suficiente. Entonces se produce un desequilibrio: los radicales libres aumentan y dañan nuestras células, acelerando su deterioro.
Factores que lo aumentan
Además de una alimentación pobre en antioxidantes, existen otros factores que incrementan el estrés oxidativo, entre ellos:
La contaminación ambiental.
El tabaquismo (activo y pasivo).
La exposición excesiva al sol.
El consumo elevado de alcohol.
Algunos medicamentos y sustancias tóxicas.
Una actividad física desequilibrada (ya sea nula o excesiva).
Consecuencias en la salud
Cuando este proceso se intensifica, las células comienzan a envejecer más rápido e incluso a morir. Como resultado, el estrés oxidativo está relacionado con enfermedades graves como:
Artritis reumatoide.
Diabetes.
Enfermedades cardiovasculares (arritmias, hipertensión).
Parkinson y Alzheimer.
Ateroesclerosis.
Cáncer.
Enfermedades neurodegenerativas.
Periodontitis.
Envejecimiento prematuro: arrugas, manchas y pérdida de firmeza en la piel.
La clave está en el equilibrio
No podemos detener el proceso de oxidación porque forma parte de la vida, pero sí podemos reducir sus efectos negativos. Una dieta rica en antioxidantes, evitar el exceso de toxinas y cuidar nuestros hábitos diarios puede marcar una gran diferencia en cómo envejecemos y en la prevención de enfermedades crónicas.
